Infoxicación: somos lo que comemos

 Recientemente tuve la oportunidad de ver el documental sobre redes sociales en Netflix, a sugerencia de un docente a quien respeto mucho.

Debo confesar que resultó muy revelador, pues tras escuchar y ver lo que los propios diseñadores, creadores y otras personalidades, que estuvieron involucrados en las empresas de las propias redes sociales que ahí se juzgan, me surge una nueva preocupación al respecto.

Y digo nueva, pues antes de conocer esto ya tenía varias preocupaciones que se vinculaban más a la calidad de la información y al sesgo que ocasiona el propósito comercial de estos medios de comunicación. Ahora además me preocupa que tanto la calidad como el sesgo sean el resultado  de una acción intencional, si no de ofrecer mala calidad e información sesgada como tal, sí de intencionalmente saber que la información puede ser evidentemente falsa y sesgada, y valerse de esto para aumentar sus ingresos económicos; y todo esto lo siguen haciendo a pesar de saber que la desinformación que ocasionan puede terminar generando conflictos sociales de diferentes dimensiones.

Pero vamos por partes, ya que el nombre de esta publicación pareciera que no tiene una relación directa con lo antes mencionado.

En un primer momento hay que notar que  si le preguntamos a la mayoría de la gente sobre qué tan cierta considera que es la información que se muestra en las redes sociales, normalmente te responden que hay de todo pero que es claro que mucho de lo mostrado ahí es mentira (“fake”). Y que se lo publica para tener “likes” o visitas o por una búsqueda de publicidad, ya sea para vender directa o indirectamente, o simplemente para lograr atención. Pero al final, la gran mayoría -nuevamente y paradógicamente- termina compartiendo noticias y publicaciones por estos medios.

Esta incongruencia entre lo que al parecer sabemos y lo que hacemos, bien pudiera entenderse como una disonancia cognitiva, algo que León Festinger nos explicó desde los años cincuenta. Y se presenta como una constante ya que muchos, consciente o inconscientemente, seguimos haciendo uso de las redes sociales -como si no pasara nada- a pesar de su gran contenido falaz, bajo cualquier justificación infantil como “es un mal necesario”, o “no podemos quedar incomunicados”, y un largo etcétera. Como si lo que se estuviera necesitando es irse a vivir al Tíbet o volverse monje con voto de silencio para no usarlas, cuando en realidad solo hablamos de invertir un poco de tiempo y pensamiento crítico antes de compartir tanta estupidez al mundo. Esto debe ser un acto de responsabilidad compartida, y ya que se está democratizando la información, es necesaria ahora una verdadera vigilancia epistémica que nos permita autorregularnos como sociedad de la información.

Segundo punto. Aunque decimos que estamos conscientes de que los contenidos de las redes sociales pueden no ser verdaderos en gran cantidad, la verdad es que no tenemos una cultura indagatoria, ni los criterios suficientes para realmente poder discriminar de manera efectiva las publicaciones verdaderas de las que no lo son: poca gente se toma el tiempo de verificar las fuentes de donde viene la información. Además una inmensa mayoría de usuarios no cuenta con habilidades y criterios claros para identificar elementos mínimos de calidad o veracidad en la información tales como: actualidad, pertinencia, articulación lógica, o al menos ausencia de elementos falaces simples como apelar a la autoridad: es claro que no todas las frases de las redes sociales las haya dicho Eistein, Mark Twain, Gandhi o Steve Jobs por ejemplo. 

Por supuesto, las redes sociales están llenas de otro tanto de falacias o incongruencias, pero de momento el punto es evidenciar que, lamentablemente, mucha gente no está lista para identificar ni los elementos más básicos que se deben cuidar en los recursos de información, como la fiabilidad de una publicación cualquiera en las redes sociales. Es triste, pero una inmensa mayoría de la gente que constantemente navega en las redes sociales son analfabetas informacionales.

Tercero, de acuerdo al documental que se menciona al inicio, el diseño de las redes sociales es realmente sofisticado, pensado para crear atracción incluso adicción, y desconocer esto aumenta la probabilidad de ser un consumidor inconsciente, algo como un cliente cautivo que más que fidelidad cree que su necesidad es auténtica y fundamental para su vida.

Es así que podemos afirmar que, en términos generales, un usuario asiduo de las redes sociales, es muy posible que se trate de alguien que se adolece de al menos uno de los  tres elementos presentados con antelación, si no es que de los tres. 

Considerando que la infoxicación representa una sobrecarga de información, es que podemos afirmar que la gente se encuentra consumiendo una cantidad exagerada de publicaciones innecesarias, irrelevantes  y con un alto contenido adictivo. 

Haciendo una analogía con la alimentación, si se me permite, estamos engordando nuestro cerebro, pero nuestro espíritu crítico está en desnutrición y nuestro intelecto se está mermando. Y como somos lo que comemos, entonces, si nos alimentamos de mentiras, de información inconsistente, o de afirmaciones falaces, y si -aunado a lo anterior- no contamos con un sistema digestivo eficiente que pueda discriminar los nutrientes y evitar una saturación de información con cierta toxicidad, entonces nos estamos convirtiendo en la triste imitación de los grandiosos seres humanos que deberíamos ser.

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Acerca del autor.

Ricardo Vázquez Serna. Amante de la docencia y la música. En búsqueda de una cultura del uso pertinente de la información para elevar la calidad de la educación por medio del uso de la ciencia y el desarrollo del pensamiento crítico. Docente desde hace más de treinta años en pro de humanizar con calidad desde una vocación de servicio que promueva el emprendimiento social.

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Esta entrada es el resultado del taller Escribir para divulgar, donde los participantes han empezado a desarrollar habilidades de escritura, para compartir eso que saben o que les gusta acerca de la ciencia y la tecnología.

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