Crónica de un lenguaje apropiado para establecer un equipo multidisciplinario.

Cuando pensamos en alguien que no se dedica a la ciencia, que colabore para cumplir nuestros objetivos académicos y de investigación, y hacer ciencia de avanzada con compromiso social (tal como nos lo indican las instituciones reguladoras: Centros de investigación, CONACYT, etc.), nos encontramos con una disyuntiva. Esta es: hablar en términos concretos, claros y fehacientes tal cual se usa entre colegas científicos, o bien interpretar nuestros conocimientos y experiencia, teniendo como base nuestro bagaje lingüístico, para comunicar los objetivos de los que queremos lograr a través de su colaboración. Hablemos del riesgo de “vulgarizar” el conocimiento, tal como lo plantea Carmen Galán en el artículo “La ciencia en zapatillas”. 

Como ejemplo del caso: invitamos a un agricultor para hablarle de nuestros planes de establecer policultivos y le mostramos los artículos que publicamos en revistas indexadas y por supuesto en inglés, que reúne la rigidez científica y que ha sido revisado por pares teniendo buena aceptación. Le explicamos las horas en laboratorio, los recursos estadísticos necesarios para analizar los datos y obtener representatividad, significancia y sentido para la justificación que los resultados sean válidos, repetibles y el proyecto merece una oportunidad de crecer a través de escalar la experimentación. Le contamos que en otros países ya se ha probado esta estrategia pero que la nuestra es mejor porque ya lo habíamos escalado a “nivel de invernadero” (cabe decir, es un gran paso en el proceso de hacer ciencia aplicada en la agricultura en México ) y que funcionó, por lo tanto es viable establecer el modelo agrícola en su parcela ya que se estima sea exitoso en términos científicos y por supuesto en niveles de producción del cultivo.  La ciencia nos respalda para aseverar lo dicho, concluimos. Es importante mencionar que se usó diplomacia y profundo respeto por los saberes campesinos, pues es parte de la formación en la agroecología. Entendemos las diferencias del rigor en nuestros quehaceres respectivos así como en los recursos de comunicación de cada sector con quien queremos entablar colaboraciones, de esta manera traducimos al lenguaje común nuestros conocimientos técnicos para expresar las ideas. 

Después del cierre de la propuesta, consideramos un rotundo “sí colaboro” pero, al recibir en sus manos los artículos, los revisa y coloca  amablemente sobre la mesa y sonriendo dice “¡no hablo ni leo inglés!, ¿por qué no me lo traduces?, mejor aún, explícame qué quieres de mí”. ¿Qué? Toda la información había sido claramente sintetizada, mostramos gráficas usando el recurso de los artículos, le dibujamos el esquema improvisado en una hoja y con hincapié le comentamos lo que representaba para nosotros traducir el artículo en tiempos donde el trabajo nos sobrepasa y que en español no lo teníamos porque en el área los artículos en inglés son adecuados para los colaboradores científicos… «¡Exacto!», y enseguida recibimos un «entonces, ¿cómo quieren que yo colabore con ustedes?, si me explican con manzanitas y palitos nos vamos entendiendo». Las miradas de escrutinio del equipo científico recorren la cara de uno hacia otro para ver quién grita primero, quién defiende al Doctor en ciencias que dirige el proyecto, al alumno estrella que tan profesionalmente desarrolló el tema, al equipo que se partió el lomo en apoyar para que el proyecto salga exitoso y, lo más importante ¿quién explica para satisfacer la curiosidad y despejar las dudas tan sinceras planteadas por el agricultor? ¿Por qué tanto léxico técnico no nos valió de mucho en un primer momento de la reunión?

Como acto reflejo, la creatividad y el vocabulario que usamos con nuestros amigos para tratar temas triviales lo empleamos de manera articulada con dosis de formalidad para comunicar nuevamente nuestra idea al agricultor. En nuestra opinión parece que le quitamos dignidad al trabajo científico, ese que nos ha costado energía y trasnochadas, pero lo explicamos de la manera más accesible, sin la precisión acostumbrada y con cierto nivel de ambigüedad.

Aquí voy a rescatar lo que la escuela inglesa opina sobre la divulgación de la ciencia: el lenguaje se populariza cuando tiene elementos de respaldo. Pese a la opinión de que habíamos vulgarizado los resultados científicos de nuestro trabajo, conservamos los fundamentos y rigor que se enmarcan desde la propuesta hasta la conclusión del experimento, y la publicación del artículo científico como resultado.

Esta situación igualmente ocurre en otras áreas de la ciencia: cuando la interacción con otros no es parte del trabajo habitual o cuando surgen necesidades de establecer redes colaborativas interinstitucionales, transversales, como el CONACYT impulsa cada vez con más fuerza. La situación nacional de hacer ciencia también presiona para que los investigadores obtengan presupuesto y este sea asignado de manera más eficiente, y la forma es a través del establecimiento de redes, aunado a la sociedad sea partícipe y beneficiaria directa, lo cual se vivió durante la en el primer semestre del 2021 con la Convocatoria en materia de Soberanía Alimentaria

El desarrollo de habilidades de comunicación de la ciencia en las nuevas generaciones de profesionistas puede realizarse a través de la academia, ya que es una plataforma de formación de generaciones de científicos. Surge la necesidad de preparar el lenguaje para la comunicación de la ciencia con el nivel gubernamental, para convencer a nuestros futuros financiadores, a la sociedad para aplicar encuestas, para que se apropien de nuestra innovación pues a final de cuentas, la ciencia es para la sociedad, solo que nos hemos limitado a los artículos científicos y pensamos que los congresos, simposios y conferencias es nuestra contribución máxima de la divulgación de la ciencia. Como dice Cecilia Mazzaro, “la búsqueda de un método de divulgación es tan válida como la búsqueda de una metodología de la difusión o para el periodismo científico.”  

***

Acerca de nuestra divulgadora invitada: Lilia Salazar-Marcial es Bióloga (UNAM FES-Iztacala), Entomóloga (COLPOS) y actualmente estudia el Doctorado en Ciencias en Manejo Agroecológico de Plagas y Enfermedades en el IPN. Originaria de la mixteca Oaxaqueña, naturalista desde la infancia. Realiza investigación sobre aspectos de ecología vegetal y de insectos asociados a sistemas agroecológicos e imparte cursos referentes a su área. Le interesa la transferencia del conocimiento y que la ciencia se “lea y entienda fácil”, que la sociedad se involucre en el quehacer científico para dejar experiencias científico-sociales que trascienden positivamente.

***

Esta entrada es el resultado del taller Escribir para divulgar, donde los participantes han empezado a desarrollar habilidades de escritura, para compartir eso que saben o que les gusta acerca de la ciencia y la tecnología.

Busca otros textos e imágenes en las redes sociales con el hashtag #EscribirParaDivulgar